domingo, 7 de marzo de 2010
Un sueño...
Un sueño que ya no era recurrente, me volvió al pasado, aquel que yo pensé había logrado superar o por lo menos intentado hacerme a la idea que no era posible un regreso.
Aquel domingo que desperté llorando por ese sueño o quizás haya sido por la intensidad de mis sentimientos que estaban siendo liberados inconscientemente, suplicando “no te vayas, por favor no lo hagas” esperando que aquel abrazo tan fuerte se prolongue más tiempo, un tiempo indeterminado, un tiempo que no se iría con el abrir de mis ojos.
Las vestiduras blancas del escenario en el que estábamos no me eran familiares, pero si la mezcla de dolor y alegría que sentía al verte, luego de tantos, tantos meses que han pasado. Me sentía rara, pero a la vez extasiada porque sabía que te esperaba y en cualquier momento llegarías, no pensé nunca que no llegarías, yo lo sentía, sentía que te vería.
Luego de 44 meses volví a verte, volví a sentir tus manos siempre calientes acariciando mi rostro, tu hermosa sonrisa que cada vez que te veía me regalabas, entrelazarme en tus brazos, poder llorar en ellos, de alegría y de tristeza, sentir latir tu corazón, verte de pie y no en una cama, como te veía las últimas veces. Era tan real aquel momento que no quería que acabe nunca, no quería que te vayas una vez más. Sin embargo pasó, me desperté y aquel domingo no fue como los demás, te tenía en la cabeza, pensé en ti a toda hora, que irónico tu cumpleaños sería en dos días, los girasoles estaban listos para llevártelos, pero no lo hice, cobardía? Sí, quizás haya sido eso.
Ese día puse una y otra vez la canción que me recuerda a ti, busque las fotos que guardaba celosamente en mi escritorio, no hablaba mucho, era cortante, no solo lo note yo, también todos a mi alrededor, felizmente no me preguntaron que me ocurría, pero sí podían imaginarse porque estaba ausente.
Suelo dormir en las tardes, no lo hice. Preferí estar despierta, con la vista perdida y la mente en otro lado, en otra época. En la noche miraba al techo, trataba de dormir, pero no podía, no era miedo de eso estoy segura, que habrá sido, hasta ahora no lo sé.
Hace mucho deje de escribir sobre ti, hace mucho también que no soñaba contigo ni mucho menos despertarme llorando por recordarte, fue lindo, feliz y nostálgico, tuve sentimientos encontrados, no sabía qué hacer, que sentir ni que pensar y lo único que hice fue levantarme de mi cama, salir casi corriendo de mi habitación y buscar un lugar tranquilo en mi casa para poder llorar y pensar en ti, llorar como hace mucho no lo hago, como aquel jueves que te fuiste para siempre tía, ese día te despedí llorando y ahora termino llorando, a través de una fría pantalla y nuevamente oyendo la canción que me recuerdas.
“Quisiera poder hablarte y decirte cuanto te amo y abrazarte como antes, quisiera sentir tu risa, volver a tocar tus manos siempre tibias, quisiera volver a verte, que Dios me escuche y pueda darme lo que pido…”
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