martes, 30 de marzo de 2010

Lonchecito franciscano con mi Superhéroe...



De niñas o niños todos pensamos que nuestros papás son nuestro superhéroes, que tienen superpoderes como Batman, el increíble Hulk, Superman, Capitán América, Flash, Aquaman y toda su “mancha”. Yo aún pienso que mi papá es mi superhéroe. El por qué, es simple. Él siempre logra que sonría y me ponga feliz sin más razón que verlo, darle un beso y abrazarlo.

El día no fue bueno, me dolía la cabeza y pensaba en los trabajos que debía hacer y los libros que tengo por leer, en sí, no son muchos, pero como es costumbre mía dejo todo a última hora y es eso lo que me pone de mal humor. Renegaba sola.

Ya era tarde y seguía en la universidad, a diferencia de las otras oportunidades en las que me he quedado hasta tarde en la facultad, esta vez no tenía muchas ganas de permanecer ahí, quería llegar temprano a mi casa, bueno, temprano en lo que cabe de la expresión. Mis ganas por dormir y dejar de pensar siquiera algunos minutos en los trabajos y libros que tengo pendientes me rondaba cada vez en la cabeza, cuando de pronto mi celular empezó a sonar. Era mi papá. Contesté presurosa.

- ¿Aló? Hola, papi. ¿Cómo estás?

- ¿Bien hijita, dónde estás?

- En la U, pá. ¿Dónde estás tú?

- Vamos a tomar lonche, ¿qué te parece? ¿A qué hora sales?

- Ya, vamos a tomar, lonche. Hmmm… en una hora aproximadamente. ¿Voy para la oficina?

- No, no. Voy por ti en una hora. Chau, nos vemos.

- Chau, pa.

El simple hecho de ver a mi papá siempre me pone de buen humor, me alegra mi día por más triste o gris que haya sido.

Mi papá y yo somos muy parecidos y no lo digo por lo físico, sino mas bien por la forma de ser y en lo que somos idénticos es en lo impuntual que podemos llegar a ser y sin esfuerzo. Soy la menor de sus hijas, papi y yo renegamos mucho y lo peor, renegamos solos, olvidamos las cosas con facilidad, somos impacientes, burlones, en fin muchas cosas más.

Quedamos en una hora, pensé que como otras veces mi papá llega mucho después ésta vez sería igual. Me equivoqué, llegó a tiempo. Salí presurosa de la facultad, ví el carro estacionado en el grifo y subí rauda al auto. Partimos con destino desconocido, cuando cruzábamos Angamos con la Vía Expresa, mi papá propuso bajar a tomar lonche a una pastelería que le encanta y a la cual acudimos seguido.

El primer inconveniente, y como siempre suele pasarnos, fue poder cuadrar la camioneta. Luego de varios intentos y yo guiando para que no se choque, pudimos estacionar el carro.

Los temas salían naturales, podíamos hablar de todo, sin importarnos el tiempo ni las llamadas de trabajo que mi papi tenía. Así fue, nos sentamos en una mesa cerca de una pequeña catarata o una muy parecida a ella, en el sótano del local. La mesera se acercó y pedimos helado. Manuel Adrián o simplemente mi papi, pidió dos bolas de helado de lúcuma y guanábana, yo pedí de chocolate y mango. Ambos pedimos chocolate extra para untar los helados.

Así el tiempo pasaba sin darnos cuenta, entre anécdotas que mi papá me contaba y preguntas que yo respondía o viceversa. Conversamos de nuestro fin de semana, de la “U”, equipo que mi papá me enseño a querer domingo tras domingo que íbamos al estadio, de mis hermanas, de su trabajo, de mis clases, de mi acné y de la primera vez que mi papá se enamoró.

Cuando terminamos el helado y vimos alrededor del local, la gente había llegado y nosotros sin darnos cuenta, estábamos tan concentrados en nuestra conversación y en nosotros que el resto era invisible. El local se había llenado considerablemente. Nos quedamos hablando un rato más y luego nos retiraríamos para traerme a mi casa.

En el camino de regreso seguíamos hablando de algún tema que cualquiera de los dos proponía. El camino es corto, no es mucha la distancia que hay entre la pastelería hasta Barranco. Mi papá me comentó que estaba pensando ir a visitar a su primo a Canta, pues ahí mi papá tenía una chacrita que su abuelo le regaló. Papi era o es muy apegado a su primo desde muy niños cuando jugaban, o bueno su primo jugaba, e imaginaba ser un torero. Me contó la historia de su primo y su torito.
Era tanto el gusto por las corridas de toros (la familia de mi papá es aficionada a las corridas de toros, pues mi bisabuelo, abuelo de mi papá asistía a las corridas y los llevaba a mi papá y su primo) que un día compró un torito desde cría y lo entrenó a tal punto que el toro hacía lo que él le mandaba. Luego de muchos años de entrenamiento, mi tío estaba listo para torear en la fiesta patronal de Canta y así fue.
Papá le llevó de regalo un atuendo a la altura del acontecimiento, el vestuario lo compró en la Plaza de Acho. La corrida fue espectacular y asombrosa, pues nunca antes nadie había corrido un toro.
Mi papá quiere ir a visitar a su primo, saber como está y recordar viejas historia de su juventud.

Papá sonríe y se siente orgulloso de contarme sus anécdotas cuando era joven, a mí me gusta oírlas, pero más que nada me encanta pasar tiempo con mi papá.

Mi mañana fue tediosa, más que nada llena de pereza y sin ganas de hacer otra cosa que no sea regresar a mi cama y seguir durmiendo. Mi tarde no fue del toda buena, estaba renegando y pensando la mejor idea para huir de mis trabajos. Mi día no fue bueno hasta las 4:30 PM. que vibró mi celular y era mi papá proponiéndome ir a tomar lonche, mi día se puso mejor al llegar las 5:30 PM y ver a mi papi en el carro esperándome. Y mi noche fue excelente luego de haber pasado tiempo conversando y riendo con él.

domingo, 28 de marzo de 2010

Que no quede en recuerdos...




Hay quienes luchan por olvidar y hay quienes olvidan sin luchar,
dicen que nunca se volverá al pasado, pero tú siempre vuelves y de una manera tan natural,
el tiempo no te hace un calendario, el tiempo está en tu imaginación.
Y por el día a día a veces todo te parece tan ajeno.

Crees ser invisible para no ponerte de mal humor,
A veces no hay quien te aguante,
Pero es un pecado estar distante.

Pretendes que nada te duele, sin embargo sé que lloras cuando te quedas sola,
Sé que llevas una ilusión que te persigue y alcanza, aquella que sueñas con los ojos abiertos
y que cada amanecer despiertas a consolar el corazón.
Los soñabas siempre en tu vida.

Por qué piensas que despertar es una batalla perdida?
Por qué no dejas quererte?
Por qué no cantas ni sonríes como antes?
Por qué ni siquiera lo intentas?
Serán por las noches tras noches y por las ausencias?
Será por la costumbre?
O tal vez por la resignación?

Quieres saber que es lo que siento y pienso?
Ven siéntate y léeme por favor.
Quiero más tiempo igual que ayer, quiero más besos con sabor a miel.
Darte una reconquista llena de caricias.
Decirte piropos como tú me los decías.
Y aunque pase el tiempo, yo te amaré.

Un detalle siempre cuenta, regalarte rosas o margaritas
Que sean de sorpresa o con una notita.
Te encanta escuchar que estas bonita, que te bese en la frente,
te abrace y te diga que te necesito y te quiero mucho.

No sabes todo lo que soy capaz de darte.
Quien diría que daría mi vida por ti,
Y quien diría que no puedo estar sin ti,
Quizás lo olvides, quizás lo recuerdes.

Si pudiera hacerte sonreír una vez más no lo dudaría,
Quisiera que entiendas que por ti lucharía.
Que dejes de pensar que empezaste a estorbar.
Contarte un cuento que te haga soñar, un verso que nos una
contemplarte y darte un abrazo cada noche.

Sabes que me calmo solo al verte y sé que
es ridículo vivir sin ti y mi vida se haría gris si tú no estás.
Pediría un minuto mas para decirte que te amo cada segundo un poco más,
Que me llenas el alma de grandeza que me hagas suspirar de mil maneras,
Me entristezco solo de pensar que no dije que no te amo tanto, que no supe como demostrarlo.
Pero la vida no se nos ha acabado y podemos recuperar un minuto más.

Un minuto más para adorarte, un minuto más para sentirte y otro más para amarte.

De sábado a sábado...



Siete días, fueron siete días los que estuve enferma. No terminaba de recuperarme de algún malestar por el resfrío que tenía desde el sábado 20, cuando ayer, sábado 27 del presente mes, terminé hospitalizada por unas horas.

Pero, empecemos desde el día 20. Como todos los sábados del mes, de todos los meses del año, fui a jugar partido a Surquillo, de una u otra manera por la exaltación y hasta quizás excitación por como iba el resultado del partido es que me animé a quedarme unas horas más “peloteando”. Para esto, cabe resaltar que sufro de migraña, sí, no puedo estar expuesta mucho tiempo al sol, pues me dan fuertes dolores de cabeza. También sería bueno mencionar que soy hincha a muerte del actual campeón del campeonato local, o sea de la “U”, es decir de los cremas. Resumiendo un poco, las cosas iban así:

No todas las que jugamos futbol somos del mejor, digo, de la U, hay quienes son del eterno rival, de Alianza. Decidimos hacer un pequeño clásico, con apuesta incluida. Empezó el partido.

No pasaron muchos minutos y nos pusimos adelante en el marcador, 1 a 0. La intensidad del partido era tanta que le restábamos importancia al sofocante calor que había. Gol contrario, nos empataron el partido. Un grupo de señores que tenían alquilada la cancha donde jugábamos esperaban su turno para entrar, pero al ver que nuestro compromiso estaba tan emocionante nos permitieron jugar unos minutos más. Segundo gol de los cremas, mi gol. Lo grité como si mi gol fuera el que le daba la clasificación a la siguiente ronda de la Copa Libertadores, celebré el gol con mi amiga en la cara de la aliancista. El tiempo seguía pasando, el sol seguía abrazador y en el ir y venir de la pelota, mi arquera sale mal a despejar el balón, el rechazo fue a medias y “la negra” (como de cariño le decimos a una amiga, a la cual le había gritado el gol) toma el rechazo y la manda adentro. Gol del empate, como es lógico me lo celebro en la cara. Estábamos cansadas y los señores querían empezar a jugar ya, pedíamos que el partido acabara ahí en empate, pero ellas no aceptaron, querían que las cosas se definieran, así que el popular “gol gana” se hizo presente en la cancha municipal de Surquillo.
Sin defensa todas nos fuimos adelante en busca del gol que nos haga ganar el clásico o por haber dejado a la arquera sola nos haga perder la apuesta. Un gol cantado para ellas nos escarapeló el cuerpo, pero felizmente lo mala que era la jugadora o lo buena que era mi arquera las cosas seguían igual, 2 a 2.
El rechazo de la arquera fue tan rápido que “la chata” y yo corrimos como pudimos, sacamos la garra que caracteriza a los y las cremas, jugamos en conjunto con la otra delantera, entre algunos toques de desesperación por meter el gol, triangulamos bien y dejamos sola a la tercera delantera contra la arquera, como lo pronosticamos, gol! Ganamos el clásico, 3 a 2. Vinieron los gritos, los cánticos y la celebración y por supuesto el pago de la apuesta.

Hasta ese momento no me dolía mucho la cabeza, pensé que se me pasaría si tomaba mi pastilla para la migraña. Volví a mi casa con el malestar de la migraña, no almorcé, intente ducharme pero no pude, no porque no quisiera, sino porque no había agua en mi distrito, Barranco, la razón, los trabajos que están haciendo por el Metropolitano. No pude ducharme.

Dormí, como suelo hacer en mis tiempos libres. Descansar para que el malestar se me pasara. En cierta forma funcionó, me calmó un poco el dolor de cabeza, pero las nauseas no. Tome otra pastilla que me recetó mi neurólogo para ese tipo de episodios y a descansar.
Tenía planes para ese fin de semana y se vieron truncados por mi migraña, pero me sentía contenta por haber metido un gol y ganar el clásico.

Llegó el lunes, sentía otro malestar, pero este no era el de la migraña, resfrío. En la noche, tenía fiebre, no tenía ganas de comer ni tomar nada, así que solo dormí. El cuerpo me dolía mucho, la espalda me mataba y la nariz empezaba a molestarme. En la madrugada la fiebre subió y no había forma de pararla, mi mamá me puso paños de alcohol y Timolina para bajarme la fiebre, pues no quería que me pongan inyección, porque son muy dolorosas y no me gustan las agujar, a pesar que tengo dos tatuajes.
Para suerte mía, la fiebre iba bajando poco a poco. Pero, a la mañana siguiente las cosas no estarían de mi favor, pues amanecí nuevamente con fiebre y esta vez no pude convencer a mi madre que solo bajáramos la fiebre con paños de alcohol y Timolina, así que llamó a una enfermera para que me aplicara una inyección. Bueno, sin más remedio me la pusieron, pero tenía clases desde las 8 de la mañana, me sentía sin fuerzas que decidí ir a la tercera porque tenía un compromiso con mis amigos y compañeros de trabajo del curso de Tv. Seguía con mi malestar corporal, así que regresé a mi casa temprano. Sin pensar lo que me pensaba, fui a dormir a mi cuarto, al llegar mi mamá de dar un paseo me encontró “volando” en fiebre, nuevamente una inyección me bajaría la fiebre. Descansé toda la noche. A la mañana siguiente seguía mal, el malestar del cuerpo y el dolor de cabeza sumado a la molestia de la nariz me mataban. Al igual que el día siguiente regresé temprano a casa, pero había olvidado que tengo clases en la noche. De solo pensar el tener que regresar me hacía sentir peor anímicamente, sin embargo, lo hice, volví a la universidad para la clase. Mi vestuario aquella tarde fue inusual y fuera de contexto, pues mientras yo estaba con polera y zapatillas, los demás estaban en short o minifaldas y con sandalias.

Para el día jueves mi tono de voz había cambiado, estaba afónica y las burlas de mis amigas no se hicieron esperar, como es costumbre en mi, las tome a bien, no me molesté. Para el viernes parecía estar mejor, me sentía mejor anímicamente. Quizás eran las ansias de que llegara el sábado ya para poder jugar futbol y ganar otra vez en el clásico, pues en la semana recibimos la propuesta de la revancha.

El partido estaba pactado para las 12:30, previamente estaríamos jugando otros partidos, con las demás chicas, en esos casos todas jugábamos como si fuéramos de un mismo equipo y celebramos cada gol como si no hubieran equipos eternamente rivales.

Llegó la hora del clásico. Los equipos estaban armados. Esta vez ellas se pusieron adelante en el marcador, se me escapó “la negra”, quien disparó un pelotazo que mi arquera no pudo contener. La piconería, que suelo relucir cuando vamos perdiendo empezaba a aflorar. Sin embargo no pasó mucho rato para que empatáramos el partido, “la chata” se hizo presente en el marcador. Ella que juega con la camiseta crema celebró a más no poder. La felicidad por parte de nosotras nos invadió y por parte aliancista la cólera relucía. El partido se tornaba de ida y vuelta, cuando la arquera del equipo contrario al mío se choca con la delantera crema y de dobla el tobillo. Parecía una simple caída, pero no, se rompió el tobillo. Esperamos cerca de media hora para que lleguen los bomberos y se la llevaran de emergencia al hospital donde trabaja su papá que la esperaba. Reanudamos el partido luego de 45 minutos. Para esa hora, el sol estaba más intenso que del de la semana pasada, pero aún así, terca como soy, decidí seguir jugando. Habremos estado bajo el sol una hora más aproximadamente. Tiempo en el que el partido iba 4 a 2 a nuestro favor, pero yo no quería irme sin meter un gol y los señores que suelen alquilar la cancha luego de nosotras, estaban reclamando su tiempo, pero por nuestro lado yo decía unos minutos más pues no quería irme sin meter un gol y por el lado de las de Alianza era porque querían empatar el partido. Hasta que llegó mi momento, pude meter el gol. Terminamos el partido 5 a 2, nuevamente la victoria se quedó con nosotras.

Todo parecía felicidad para mí, pero en realidad el dolor de cabeza era muy fuerte y ya no lo soportaba, pero la reunión, las bromas, el cansancio y sobretodo la flojera de cambiarnos hacían que me quedara cada vez más bajo el sol y aguantando el dolor de cabeza. Por que, sí, había olvidado mi pastilla para la migraña en mi otra mochila. Llegué a mi casa a las 5 de la tarde. Como el sábado anterior, pensé que mi dolor de cabeza se pasaría luego que almuerce, tome mi pastilla y durmiera un rato. Error, no fue así. Luego de descansar un par de horas, vino lo peor del fin de semana. Las nauseas y los vómitos no pararon hasta que mi mamá decidió llevarme de emergencia al hospital donde trabaja, porque ya había pasado mucho tiempo y mis nauseas, vómitos y el intenso dolor de cabeza no paraban. Me duché rápido, me vestí en pocos minutos y le dije a mi ma que estaba lista. Tomamos el taxi, todo parecía ir bien, hasta que el taxista se equivocó de hospital y subió por otra entrada, perdíamos el tiempo y yo seguía mal. Cada cierto tiempo, que ya había calculado, los vómitos volvían, mi ma precavida llevó una bolsa por si las dudas. Pero, creo que no hizo efecto pues al llegar al hospital y bajando del carro, no bolsa no me sirvió de nada.

Me pusieron en una silla de ruedas, me tomaron mis datos y dijeron que debía esperar a que me llamaran, habrán pasado 15 minutos y oí “Barrantes Guevara”. El doctor me preguntó que había ocurrido y las preguntas que suelen hacer los doctores, que a duras penas podía responder. El doctor mandó que me hagan una tomografía para descartar alguna complicación en relación a la anterior tomografía que me habían realizado. Mientras esperábamos los resultados de las pruebas, me ponían suero y una inyección para calmar el dolor de cabeza. El suero y los otros medicamentos que pusieron en él harían que duerma por unas horas. Los resultados de la tomografía habían llegado hace mucho, pero el neurólogo no, así que solo tocaba esperarlo.

Sentada en una silla, tipo sillón esperaba que el doctor llegue para que me de mi diagnostico y poder regresar a casa a dormir. Dormí.

Entre sueños volví a escuchar “Barrantes Guevara” la señora que estaba a mi lado y que estaba cuidando de mí, que no me destapara, pues encontré una colchita verde y me la puse, me despertó cautelosa y suavemente “te están llamando”, mi mamá se acercó a mí y me ayudó a ponerme de pie.

Acudimos donde el neurólogo, que muy amablemente me examinó y explicó que mi tomografía estaba igual que la anterior. Un peso de encima y más tranquilidad teníamos mi mamá y yo. Luego vinieron las recomendaciones, las restricciones y las preguntas por parte de mi mamá al doctor y viceversa. Yo solo hice una pregunta que fue:

-“Doctor puedo jugar futbol, normal?”

A lo que el doctor respondió con una sonrisa.

-Sí, pero deja pasar algunos días, descansa y debes seguir con las recomendaciones que te daré. Así como también debes seguir los cuidados que tú ya sabes y cuidarte más. No hacer desarreglos con la receta y tratamiento de la migraña.

Yo escuchaba entre dormida, adolorida por el suero y la inyección las recomendaciones del doctor. Luego me dio el alta. Llegué al hospital alrededor de las 9 de la noche y salí de el entre las 12:30 y 1 am.

Al llegar a mi casa solo atiné a ponerme el pijama y echarme a dormir, era lo único que tenía en mente. Dormir, como el doctor me recetó.

Siete días, toda una semana enferma, 3 inyecciones, fiebre alta, molestia de la nariz, dolor corporal, dolor de garganta, afónica, escalofríos, pastillas para el resfrío, migraña, 2 partidos ganados, 2 goles anotados, nauseas, vómitos, suero y descanso médico es el resumen de mi semana del 20 de marzo a 27 de marzo del 2010.

Siete días que espero no repetirlos, a no ser por las cosas buenas que me pasaron.

domingo, 21 de marzo de 2010

Bohemian Rhapsody - The Muppets






Los Muppets, conocidos títeres de un programa infantil que fue y que son conocidos por todos nosotros.

En esta ocasión los vemos parodeando un video de la legendaria banda británica "Queen", donde podremos observar muchas similitudes entre el video original y la versión graciosa de los Muppets.

Entre los "cantantes" de esta singular versión están Abelardo, Miss Piggy, Mr. Theets, Gonzo, el Oso Figaredo, entre otros.


Disfrúten los videos!!!!

viernes, 12 de marzo de 2010

Cuestión de tiempo...

Un vacío que es necesario, al menos por estos días
una amistad conplicada, una hermana traicionada, un sentimiento bloqueado por la cólera y el querer,
malditas o benditas las ganas de llorar, sí llorar como antes solía hacer en silencio.

Un momento de extasis, un momento de locura, unas horas de adrenalida sobrellevada pueden acabar con algo tan bonito?
a veces, cuando todo queda entre las bancas de un parque o cuatro paredes de alguna casa nada acaba, pero cuando sale a relucir la verdad, todo cambia, cambia para mal.
Valen las ganas de volver el tiempo atras?
Sí, sí vale, pero no se puede retroceder el tiempo y borrar los errores, por más que ruegues y pidas a todos los santos o a una estrella fugaz que en Lima no alumbra el cielo gris, no pasará.

Si pudiera explicar por qué lo hice, si pudiera prometer, pero sobretodo si pudiera cumplir lo que prometo, no dudaría en hablarte y contarte lo sucedido aquel día,
no puedo ni mirarte a los ojos, me averguenzo de estar ahí, viendo como te he lastimado, sintiendo que quiero explotar en llanto, pero tú lo has echo primero,
veo que estas llorando e intentando ser fuerte y no quebrarte ante la persona que te traicionó, ante mi que te mentí.

Veo que te alejas, veo que me ignoras, simplemente te veo.
Nada es igual a tu alrededor, a mi alrededor, a nuestro alrededor, aunque las personas y cosas son familiares, ahora no existen los sobrenombres,
los buenos ratos ni nada como antes. Te entiendo.

Todo ha quedado en suspenso, el pasado vuelve, el tiempo transcurre lento, impredecible es lo que pasará luego,
la mirada perdida, la mente en blanco y las palabras que no vienen a mi.
Dudas y frases tengo en mi cabeza, si yo estoy así, me imagino como debes estarlo tú y me duele.

Que ganas de salir corriendo, ganas de llorar, ganas de abrazarte y ganas de reír y que lo hagas conmigo,
es necesario ver la luz, sueño que vendrás, me cuesta imaginar que no estarás y no quiero estar así,
te recuerdo en las tardes de café, hablando mucho como si el tiempo no pasará y como si no nos vieramos de tiempo,
te recuerdo por lo que fue, por lo que planeamos que será, que sería.
No quiero recordarte, quiero que lo vivamos.

No siempre hay que decir con palabras cuanto se quiere a alguien, para que relatarte lo que siento por ti, si te llevo como aire al viento,
para quererte no hubo una razón, solo lo sentí en el corazón, no se explicar como llegaste hasta adentro,
para qué las confesiones, decepciones y demás, si te has vuelto mi sustento.

Me veo perdida entre la gente, converso con mi soledad en una habitación vacía. No hay tiempo o quizás eso sobre, no lo sé.
Tu ausencia se me nota, se me nota en mi mal trato a la gente, en el insulto a todo el que me jode,
se me nota en lo mojada de mi almohada de tanto llorar, se me nota que no estás presente.

Es el silencio el resumen de lo sucedido, es la tinta lo que no borra lo ocurrido, es la calma lo que falta por estos días,
es el tiempo una hoguera y una gota de lluvia, una esperanza.
Magia es poder mandar a volar lo malo, magia es volver a verte sonreir, magia es volver a empezar.

domingo, 7 de marzo de 2010

Un aire de esperanza...




Fuerte como el viento y dura con el tiempo, así resumo a Mitzy, la protagonista de mi historia, de mi crónica.

Un frió lunes 11 de mayo, 2:03 p.m. cuando llegué al Departamento de Pediatría, área Oncológica, vestía una bata celeste, una mascarilla que quizás en el afán de protegerme, me impedía la respiración, el cabello sujeto, como lo solía tener en mi época colegial, un lapicero en mano y dos hoja de papel arrancado de mi cuaderno, me acompañaban en lo que pensé seria una simple visita más al hospital, me equivoqué.

Un olor nauseabundo me sorprende cuando libero mi nariz de la molesta mascarilla, recién ahí entendí porque debo tenerla puesta.

Observando, sin saber que escribir o sobre quién escribir malgastaba los minutos en aquel tercer piso del block “G”, hasta que una sorpresiva vocecita me formula una pregunta, que hace años no escuchaba “Quien eres tú?”, aquella vocecita es de Mitzy, respondí apresurada y sorprendida a su pregunta, “Soy Adriana, y tú?”, ahí empieza mi verdadera historia.

Mitzy, es una pequeña de 6 años de edad, delgada, sin cabellos producto de la Quimioterapia, con una vía en su manito izquierda, que al parecer no le incomoda para nada o ya ha aprendido a convivir con ella, tiene una mirada tierna, sonrisa a flor de piel, que contagia a todo aquel que la mira, está sentada en su cama número 307.
Mitzy llegó hace 4 años a Lima con su mamá, Rosa del Águila, producto de su enfermedad, detectada a corta edad.

Al principio Mitzy se mostraba un poco reacia a mi presencia, sentía que invadía su lugar, su hogar. Pasaron algunos minutos para que pudiera hablarme amicalmente y no bastaron muchos otros para que pudiera darme cuenta que Mitzy es una parlanchina, que le encanta hacer amigas.

Pasamos las preguntas usuales que todo niño hace cuando conoce a alguien y a las que yo respondía gustosamente. Faltaba algo, lo importante diría yo, pero quizás no me animaba a preguntarle por su enfermedad por inexperiencia o simplemente porque me conmovía ver tanta inocencia enferma.

Una llamada corta la ilación de nuestra conversación , era su papá, llamándola desde Iquitos. No tomé mucha atención a la llamada, hasta que una frase me emocionó: “Papi, solo tengo que comer un poco más y tomar mucha agua y ya me sané…” Luego de oír esa poderosa y esperanzadora frase, supe que no sería una visita más al hospital.

Al termino de la llamada continué hablando con Mitzy, me contaba que el 30 bailará música árabe, la cual le fascina, con sus amigos del 311, 308 y 309, así me los presenta, así ella también los llama, son sus números de cama, acto que presentarán por el aniversario del piso.

Al ver que yo escribía casi todo lo que ella me contaba, me pregunta porque escribo tanto y que es lo que estoy escribiendo, que es lo que estudio. Dudosa por la respuesta que le di, me reta a que le escriba una frase, accedo. Le digo que ella me dicte lo que quiere que le escriba, “Un pez que come una galleta”. Queda conforme por lo escrito. Respondo a su siguiente pregunta, “Que estudias?”, Ciencias de la Comunicación - respondo, a lo que ella interrumpe, “Eres como los que salen en la tele?, porque yo también quiero ser así, también quiero salir en la tele cuando crezca”, le sonrió y le digo, “Algún día entones nos veremos y quizás trabajemos juntas”, ella me increpa, “No se, quizás si, quizás no, tú sabes”. Quedo helada con la respuesta.

Me pide una hoja para poder hacer algunos dibujos, en realidad quiere mostrarme como es su casa en Iquitos, hace dos triángulos a los lados, un rectángulo que los une, dos ventanas y una puerta, al lado dibuja a su familia, ella, su mamá, su papá, su hermano y a Luz, a quien ella llama hermana, pero no lo es, Luz es quién reemplaza a su mamá cuando tiene que ir al trabajo.
Mitzy prueba mi intelecto, me hace una suma, la cual respondo muy bien y mi nota, según coloca Mitzy, es 20. Dejamos los dibujos y las sumas de lado, para empezar un juego de cartas, al que Mitzy llama “Quien tiene más cartas, gana”. Mitzy gana la partida. Su sonrisa vuelve a cautivarme y logra que yo también sonría con ella.

Una rara petición de mi pequeña amiga me llama la atención, “Puedes cargarme para poder bajar y caminar un poco?” dudando un poco, accedo una vez más a lo que Mitzy quiere hacer. Caminamos por el pasadizo un rato, ella hacia las veces de guía y las enfermeras nos miraban con una extrañeza que yo la notaba.

Ya de regreso al 307, Mitzy me propone ver algunos videos, había pasado alrededor de dos horas desde que yo estaba ahí, tenía hambre, no había almorzado y pensé muchas veces antes de dar mi respuesta. “Tengo que almorzar”. Vi en la mirada de Mitzy tristeza y desilusión, no pude controlar mi sentimiento de culpabilidad, una vez más accedí al pedido de Mitzy.

Nos quedamos viendo un video de música árabe, Mitzy cantaba una pegajosa canción “Hayu, hayu, napa, napa, puchi, puchi, ra” ella cantaba y jugaba entretenida con mi celular, yo pensaba, mientras la miraba, como una pequeña sonrisa puede cambiar la idea con la que llegas a un lugar.

Habrá pasado media hora o quizás un poco más desde que empezamos a ver el video o mejor dicho a oír las canciones que salían del DVD y mientras más se acercaba el momento de la despedida yo pensaba como decirle que debía irme. Hasta que me animé a decírselo, esta vez Mitzy no puso reparos en que me vaya, pero si me pidió, casi rogándome, que regresara, que almorzara rápido y vuelva con ella para seguir viendo videos. Yo sabia que no regresaría, no porque no quisiera, sino que es un área restringida, la cual no permite el ingreso a cualquier persona. Aún así le mentí a Mitzy, con un pesar muy sentido, le dije que volvería. La despedida fue muy rápida, más bien fue un hasta luego.

Mientras me retiraba la odiosa mascarilla y el mandil celeste, no dejaba de pensar en Mitzy y la idea de volver uno de estos días rondaba mi cabeza.
Al irme alejando del cuarto, aquel que a primera vista me causó nauseas por su olor, sentía que debería volver, regresar para conversar, jugar cartas con Mitzy, escucharla cantar tan feliz las canciones árabes, volver para caminar un rato más por los pasadizos, ella siendo mi guía, volver para aprender de ella, para sentir esa valentía que transmite, la alegría que desborda cuando regala sonrisas y sobretodo la esperanza con la que mira cada situación, cuando te habla de un futuro, aquel que le puede ser esquivo de acá a unos años.

Hay algo muy cierto en esta historia, mi idea fría y absorta con la que fui aquella tarde del 11 de mayo al hospital quedó atrás luego de la pregunta que abrió camino a mi larga y entretenida charla con Mitzy. Luego de pasar algunas horas con ella mi mentalidad cambió. Me siento alegre por conocerla y triste por dejarla, pero tengo el propósito de regresar para pasar otra tarde entretenida con ella, pero esta vez no será por un trabajo, sino será por algo parecido a amistad.

Un sueño...



Un sueño que ya no era recurrente, me volvió al pasado, aquel que yo pensé había logrado superar o por lo menos intentado hacerme a la idea que no era posible un regreso.

Aquel domingo que desperté llorando por ese sueño o quizás haya sido por la intensidad de mis sentimientos que estaban siendo liberados inconscientemente, suplicando “no te vayas, por favor no lo hagas” esperando que aquel abrazo tan fuerte se prolongue más tiempo, un tiempo indeterminado, un tiempo que no se iría con el abrir de mis ojos.

Las vestiduras blancas del escenario en el que estábamos no me eran familiares, pero si la mezcla de dolor y alegría que sentía al verte, luego de tantos, tantos meses que han pasado. Me sentía rara, pero a la vez extasiada porque sabía que te esperaba y en cualquier momento llegarías, no pensé nunca que no llegarías, yo lo sentía, sentía que te vería.

Luego de 44 meses volví a verte, volví a sentir tus manos siempre calientes acariciando mi rostro, tu hermosa sonrisa que cada vez que te veía me regalabas, entrelazarme en tus brazos, poder llorar en ellos, de alegría y de tristeza, sentir latir tu corazón, verte de pie y no en una cama, como te veía las últimas veces. Era tan real aquel momento que no quería que acabe nunca, no quería que te vayas una vez más. Sin embargo pasó, me desperté y aquel domingo no fue como los demás, te tenía en la cabeza, pensé en ti a toda hora, que irónico tu cumpleaños sería en dos días, los girasoles estaban listos para llevártelos, pero no lo hice, cobardía? Sí, quizás haya sido eso.

Ese día puse una y otra vez la canción que me recuerda a ti, busque las fotos que guardaba celosamente en mi escritorio, no hablaba mucho, era cortante, no solo lo note yo, también todos a mi alrededor, felizmente no me preguntaron que me ocurría, pero sí podían imaginarse porque estaba ausente.

Suelo dormir en las tardes, no lo hice. Preferí estar despierta, con la vista perdida y la mente en otro lado, en otra época. En la noche miraba al techo, trataba de dormir, pero no podía, no era miedo de eso estoy segura, que habrá sido, hasta ahora no lo sé.

Hace mucho deje de escribir sobre ti, hace mucho también que no soñaba contigo ni mucho menos despertarme llorando por recordarte, fue lindo, feliz y nostálgico, tuve sentimientos encontrados, no sabía qué hacer, que sentir ni que pensar y lo único que hice fue levantarme de mi cama, salir casi corriendo de mi habitación y buscar un lugar tranquilo en mi casa para poder llorar y pensar en ti, llorar como hace mucho no lo hago, como aquel jueves que te fuiste para siempre tía, ese día te despedí llorando y ahora termino llorando, a través de una fría pantalla y nuevamente oyendo la canción que me recuerdas.

“Quisiera poder hablarte y decirte cuanto te amo y abrazarte como antes, quisiera sentir tu risa, volver a tocar tus manos siempre tibias, quisiera volver a verte, que Dios me escuche y pueda darme lo que pido…”