sábado, 23 de octubre de 2010
Raro e inexplicable...
A menudo suelo decir “cuándo se conoce a alguien sin siquiera tener la mínima intención de intercambiar palabras, esa persona será importantísima en la vida de uno, por esa persona vale la pena luchar, aprender a soñar, compartir, reír, llorar, preocuparse, pero sobretodo valorar y querer”, da la coincidencia que fue así que nos conocimos, yo no esperaba conocer a nadie ese día, no tenía la intención de hablar con gente desconocida, es más ni siquiera hablaba, a decir verdad me importaba poco relacionarme con las personas.
Retrocedamos un poquito el tiempo. Recuerdo claramente, era un martes de fin de mes, marzo del 2008, aproximadamente 5.30, quizás unos minutos más, ahora eso es lo de menos. Estabas parada en las escaleras de talleres, justo ahí, donde ahora es el punto de encuentro a la hora de salida de clases o algún otro momento del día, en tu rostro se reflejaba el gesto serio que te caracteriza y que atemoriza o intimida a quienes no te conocen, una de esas fui yo, sin embargo, quién nos presentó me decía “no le tengas miedo, es linda, solo tiene cara de seria, pero es super buena gente”, mientras caminaba hacia ti, en mi mente pensaba, “voy o no voy, voy o no voy”, se acortó la distancia y ya nos estaban presentando. “Andreita. Adriana. Adriana. Andreita”. Ambas nos miramos y solo dijimos “hola”. Yo seguí escuchando música y tú esperando el toque del timbre para entrar a clase. Raro, no?
Los días fueron pasando, teníamos el mismo grupo de amigos, quizás conservemos algunas amistades y hayamos conocido otras buenas amigas; nos veíamos a diario a la salida de clases, pero nosotras solo nos saludábamos y a pesar de tenernos en msn, ni siquiera por ahí hablábamos. Más raro aún, no?
No recuerdo cuál fue la primera conversación duradera que tuvimos, no recuerdo la fecha exacta, la hora, ni el lugar o el medio por el cual nació nuestra amistad. Será ese no recordar el inicio de los dos años y medio que nos conocemos? Será que desde aquel lapso desapercibido empezamos a compartir todos los momentos lindos, tristes, alegres, únicos, chipis, caminatas, risas, lágrimas, cafés, helados, almuerzos, creación y designación de cargos de un país, paseos en moto, fotos, abrazos desprevenidos, te quiero, te extraño, pasar de ser amigas a ser hermanas, compartir sueños y planes a futuro, donde nos incluimos porque, personalmente, no podría pasar mucho tiempo sin saber de ti ni verte.
Avancemos en el tiempo y volvamos a días actuales. Octubre de 2010. Nuestra comunicación ya no es de un simple hola, podemos pasar horas hablando, encontrar algún tema de conversación o simplemente inventar uno, que nazca de alguna palabra con o sin sentido, algún recuerdo, un juego o una burla.
Si recuerdo que uno de las primeras conversaciones que tuvimos, hablamos sobre el miedo. No lo niego, soy una persona muy miedosa. Le temo a la oscuridad, a las películas de terror, a los perros, a las cucarachas, a los ruidos extraños, pero mi mayor o uno de mis mayores miedos es querer a alguien, encariñarme, pero sobretodo aferrarme a esa persona y sentir que en algún momento se pueda ir de mi lado, que tendré que empezar desde cero, que volveré a mi caparazón para intentar huir de la tristeza, que tendré que desacostumbrarme a querer. Ahora, luego de muchas conversaciones que hemos tenido, de diversos temas hablados, puedo decirte, he superado muchos de mis miedos, pero aún al que le temo tanto está presente, mi mayor miedo es perder a quien quiero.
Esta historia no tiene todos los momentos que hemos pasado. Pero sé que muchos de ellos son tan raros e inexplicables. Para mí la rareza de las circunstancias son lo mejor, porque no esperas un inicio ni el desenlace de lo que está pasando. Nuestra amistad cataloguémosla así, como rara, porque empezó con magia, por una indecisión, por la espera del sonido de un timbre y el comienzo de una clase y ahora ninguna de las dos espera un desenlace.
Andreita, para mí eres la hermana mayor que no tengo, a la que le pido un consejo y me lo da, con la que puedo reír y llorar en tus brazos, con quien puedo caminar sin rumbo y no tener miedo de dónde me dirija, a la que le cuento todo, las alegrías, penas, miedos, temores, con la que comparto los mejores y peores días, la que me enseña que en los pequeños detalles y simples gestos está la felicidad, eres con quien comparto mis sueños, mis anhelos, así ambas sepamos que muchos de ellos quizás no los llegue a cumplir, pero no me quitas esa ilusión y es más, me apoyas, eres mi apoyo, mi complemento en muchas cosas, mi amiga y mi hermana.
Gracias por enseñarme a querer, soñar, a reír, llorar, a dar abrazos desprevenidos, compartir, a aprender a luchar por quienes quiero y lo valen, por una amistad sincera, rara e inexplicable, pero sobretodo por dejar que te quiera.
Te quiero muchones, hermanita!
martes, 12 de octubre de 2010
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